Museo de la
Corrupción
Por Elías
Diéguez
La sabiduría
que guardan las siguientes frases: “Quien no conocer
la historia está condenado a repetir sus errores” de autor anónimo
y la metáfora de Marx: “cuando la historia se repite, lo hace en
forma de comedia, caminan y desembocan en una Y griega y sus pasos
cruzaran la noche de horror y corrupción que puebla nuestro País.
Sé que es imposible, pero déjenme que al igual que México siga
dormido, con la diferencia, que en mi caso sea un sueño y en los
políticos una pesadilla. Hagamos de su pesadilla El Museo de la
Corrupción, para que cada mexicano tropiece a cada paso con una de
sus corruptelas, porque hasta en la colonia más modesta hay, por lo
menos, un hecho de corrupción: drenaje, ciclopistas, iluminación,
palmeras. Por ejemplo, que las casas que le incauten a Duarte, queden
en completo abandono, para quienes las vean, recuerde y miren en
ellas un Monumento a la Corrupción; los pasaportes de Duarte y
Esposa sean construidos en tamaño monumentales, colocados a la
entrada de cada ciudad, con el mantra en letras de oro “merezco la
abundancia”; que al llegan al Puerto, el yate en que viajaba quede
anclado y en descuido total para que igualmente lo miren y recuerden
que es parte de El Museo de la Corrupción, ah también el
helicóptero en el que huyó quede petrificado. Que el helicóptero
usado por Corerlfer quede frente a la puerta de su casa, igual que su
parita enyesada. Que el rancho de Moreira quede abandonado y
desolado. Sé que los bancos serían felices con esta medida, se
quedarían miles y miles de miles de millones en sus cuentas y
bóvedas. Colocar una escultura del ex delegado de la SCT en bata
médica huyendo, en las afueras del hospital de donde escapo. El
antifaz monumental del otro Duarte enfrente del Palacio de Gobierno
para que a la salida salude a los visitantes. Las ruinas de la
guardería ABC con muchas margaritas. “Las ligas” de Bejarano y
su disfraz invisible de rata y “la bolsita” de Cadena en tamaño
gigante queden como testimonio viviente. La botella de Calderón; la
botella de coñac de gober precioso, el vaso de sidral de Zedillo.
Los amparos de Tarin; fuera del juzgado en Veracruz, una escultura de
un juez porki con toga y birrete. En el estado de México, una vez a
la semana por todas sus calles suene el grito: “ahí vienen”. Que
el socavón de Paso Express quede, construyan un libramiento o quede
como glorieta, y con una fuente de luz haga la imagen de los dos
cadáveres de luces flotando, con letras gigantes de platino la
inscripción: “Este Paso Express no apto para las lluvias”
coronado con la frase “por lluvia y basura” o “por la
incontinencia urinaria de Tláloc”. Póngale un Teleférico al
socavón. No se vería mal una escultura monumental de Ruiz Esparza
luchando contra Tláloc.
Que cada casa
cateada quede con sellos fluorescentes. En Tenancingo todas las casas
de los trata pero también la de los que les tomaron la propina,
dadivas queden como Monumento a la Impunidad. Imagino que no habrá
calle en México que, por lo menos, no encontremos más de un
monumento.
Deduzco que el
primer monumento a la corrupción fue el Partenón de Arturo El Negro
Durazo; la Colina del Perro de López Portillo; Punta Diamante de
Diego. Al menos de los tiempos modernos.
México sería
una Ciudad Museo como ahora lo es Florencia, nada más que del
horror.
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