Porque permitió
Que lo hiciera
una caricatura viviente
Por Elías
Diéguez
Con tristeza
leemos, escuchamos y vemos a muchos mexicanos alegrarse con el
maltrato que el Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica da
al de México. Lo buenos, es que todavía quedan unos que se indignan
y hasta se enojan.
No bastó la
furia del peinado que soplo las fauces del viento, la fuerza del ceño
fruncido y la amenaza de la boca chueca sino la demoledora palabra,
llenita de dinamita, le estalló en plena cara al Primer Mandatario
del País: A B S O L U T A M E N T E. Palabra dura como la roca y
brillante como el filo. Dicha la palabra, se desmorono la ingenuidad
diplomática, las zalameras expectativas de una relación
esperanzadora, promisoria y constructiva… ah y de respeto.
Desmoronó el tiempo, esmero y esfuerzo que, durante los días
previos a la Cumbre del G20, el Canciller desplazó mediante
declaraciones a medios de comunicación, para disminuir las
expectativas en la opinión pública, de los logros que se pudieran
producir en la entrevista entre los Mandatarios. Nunca esperaron este
pastelazo. La educación llegó tarde, más bien no llegó a la Cumbre
del G20, pero si fue puntual la grosería, y se asomó la burla en
Hamburgo. Seguramente la palabra: absolutamente dibujó una sonrisa
en el G20, que no le quedó más remedio que menear la cabeza.
El Canciller no
aprende, que por más que se vista de Moctezuma Xocoyotzin no va a
ganar así el respeto. Dicho Tlatoani regaló a Cortés piedras
preciosas, oro, a cambio, recibió galletas, y eso duras. Moctezuma
en su ignorancia, dejémosle en achaques místicos, va y las sepulta
en Tula.
Previa a la
primera frustrada entrevista ya como jefes de Estado, le entregaron
en vasija de plata a don Joaquín Guzmán; en la segunda, el Acuerdo
Azucarero, firmado por el Secretario de Economía y su par
estadounidense, el cual se traduce en términos monetarios en 1 mil
386 millones de dólares, al venderles la libra de azúcar a 18
centavos de dólar mientras que los mexicanos la compramos a 42
centavos de dólar, si bien nos va. Si es que no se les ocurre hacer
la patraña de escasearla, práctica que tiene bien ensayada.
Pero porque el
Presidente estadounidense trae a Murazos al mexicano. Rehagamos la
historia, en cuenta regresiva. La charla telefónica de dos personas
civilizadas, Primeros Mandatarios, tuvo como resultado el acuerdo de
“no hablar más en público sobre el tema del Muro”, si iba a ser
en pagos chiquitos o si el Chapo lo pagaba. Aunque se oyó que lo de
él eran los túneles, no los muros. Este acuerdo fue resultado de la
cancelación de la cancelación de la visita del Presidente mexicano
a los estados Unidos, quien todavía días antes se emperifollaba y
acicalaba, a su vez ésta fue consecuencia del mañanero que le
arrimo el Presidente norteamericano con el pajarito: “si no paga el
Muro, que ni venga”
Pero antes, más
antes, en los merititos Pinos, aun tratando al Candidato a cuerpo de
Rey, con la declaración bajo el brazo del líder del Partido
Republicano; “de que no haría comentario alguno el candidato”.
Para sorpresa y por primera vez, en plena cara del Primer Mandatario
de la Nación le dice: “la necesidad de construir el Muro”. El
huésped se adueñó ese día de Los Pinos, hasta eligió a quien le
hiciera las preguntas, “mientras que Peña Nieto solo se le quedaba
viendo”.
Pero como se
llegó a los “murmullos” en la Cumbre del G20, en Hamburgo. Fue
porque antes hubo un “son malos entendidos”, explicando los malos
tratos, en el discurso, a los mexicanos. Sin embargo un antes y fue
cuando el Presidente mexicano comparo el discurso del candidato
estadounidense con el de Hitler.
“La construcción de un muro entre Estados Unidos de Norteamérica
y México no es nuevo, fueron los 20 kilómetros construidos en 1990,
entre San Diego y Tijuana, la primera piedra que se levantó, de ahí
a la fecha, en diferentes etapas y lugares se ha lleggdo a un mil 50
kilómetros, de un total de tres mil 145 kilómetros y que representa
33.3 del terreno fronterizo, con muro”
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